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Para qué

Cuando veo el foco rojo del tablero de mi coche indicándome que necesita gasolina, lo que hago es tan pronto como me sea posible, llevo mi coche a la gasolinera, así mismo, cuando tengo hambre o sed, busco comer o beber algo que satisfaga mi necesidad. En general podemos decir que existe un propósito que acompaña cualquiera de mis comportamientos o éstos no existirían. La misma lógica funciona para todo lo que hacemos en la vida. Siempre tenemos un propósito que acompaña nuestro comportamiento. Encontrar ese propósito o ese ¿para qué? nos ayuda a manejar de mejor manera nuestro comportamiento y el comportamiento que tratamos de comprender de los demás.


El objetivo básico de todos los seres humanos es el de pertenecer, ser valorado, mirado, amado y tomado en cuenta.

En nuestra búsqueda, de atención y pertenencia, seleccionamos creencias, sentimientos y comportamientos en los que confiamos para que nos den un sentido o significado. Así todos, adultos, al igual que niños y adolescentes buscamos algunas formas de pertenecer que satisfagan nuestras necesidades de amor, aceptación, seguridad y reconocimiento. Buscamos con nuestros comportamientos adecuados e inadecuados que se satisfaga nuestra necesidad básica de atención y pertenencia.


Algunas veces obtenemos atención, por algún comportamiento positivo a algún gesto que tuvimos con los demás. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, nuestras contribuciones positivas y valiosas pasan inadvertidas. Entonces de manera inconsciente, recurrimos a comportamientos inadecuados que nos reportan algún beneficio. En este sentido, ¡recibir una crítica, amonestación o regaño es mucho mejor que no ser notado!


Para poder saber, si alguien está tratando de llamar la atención o si auténticamente necesita algo, la clave que nos ayuda para determinarlo es observar nuestro sentimiento cuando el comportamiento está ocurriendo. Así observar nuestros sentimientos puede ayudarnos a determinar el objetivo del comportamiento de los demás.

Como padres es importante primero reconocer cuál es el objetivo o el ¿para qué? de los comportamientos de nuestros hijos. De esta manera estaremos en mejor posición para elegir respuestas y acciones que sean más efectivas, y que eviten reforzar aquellos comportamientos que en realidad quisiéramos suprimir.

Si los seres humanos logramos suficiente atención en forma positiva, no necesitamos recurrir a comportamientos inadecuados para llamar la atención y la satisfacción de nuestras necesidades.

Una forma eficiente de proceder, es “ignorando” el comportamiento inadecuado en la medida de lo posible y encontrar alguna forma de dar atención en algún otro momento. Resaltar y agradecer las contribuciones positivas e invertir un tiempo especial en la relación, pueden ser herramientas muy útiles para disminuir o evitar algunos comportamientos.


Ignorar no significa permitir, ignorar nos invita a no engancharnos con el comportamiento que queremos reducir o evitar. Esta recomendación es muy útil; sin embargo, conviene aclarar que la propuesta es ignorar el comportamiento, no a la persona.

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